Por: Ing. Álvaro Conde
Paper presentado en El Décimo Encuentro Latinoamericano de Seguridad de Procesos de Center for Chemical Process Safety (CCPS) Barranquilla 18 septiembre 2024
En el entorno industrial, se tiene total certeza de la necesidad de realizar evaluaciones de riesgos en sus procesos y actividades. Sin embargo, la aplicación de dichas evaluaciones suele generar dificultades, y es frecuente la percepción incorrecta del riesgo.
Para resolver las dificultades de las evaluaciones de riesgo y sus percepciones incorrectas, es necesario indagar la procedencia del término riesgo y cómo la humanidad logró superar las supersticiones medievales. A través de los impulsos renacentistas de personalidades con intelecto y análisis sobresalientes, se desarrolló un concepto que impulsaría la economía global en sectores financieros, económicos y en la creación de mercados altamente rentables, como el de los seguros.
Hoy en día, somos conscientes de nuestro libre albedrío y de que los resultados de nuestros actos tienen consecuencias. Por ello, nuestro “oráculo” moderno se basa en la calidad del entendimiento del riesgo que queramos manejar.
Con el paso de los años y tras la ocurrencia de accidentes industriales de gran impacto y relevancia a nivel global, principalmente asociados a procesos complejos y al manejo de sustancias químicas peligrosas, surgió un enfoque de evaluación de riesgos basado en la determinación de múltiples capas de protección o barreras. Estas barreras buscan prevenir la ocurrencia de eventos no deseados y/o minimizar su impacto en caso de que dichos eventos ocurran. Este enfoque se conoce como pensamiento basado en barreras o defensas en profundidad (Defences in depth).
Dado que las barreras son las responsables de evitar y/o mitigar las consecuencias indeseadas de los procesos y actividades analizados, el primer paso en la evaluación de riesgos consiste en definir escenarios en los que pueda presentarse un evento indeseado, considerando que las barreras asociadas a ese proceso o actividad no se encuentran disponibles.
Para identificar las consecuencias latentes o potenciales asociadas a un escenario, se analiza la secuencia de eventos que se desencadenan a partir de una falla. Si no se considera la existencia de barreras o se contempla su posible fracaso, la severidad resultante será el primer factor en la fórmula del riesgo (cualitativa o cuantitativa). Para determinar la probabilidad de que esta consecuencia ocurra, es necesario calcular la probabilidad de la falla que inicia la secuencia de eventos.
El riesgo definido en esta fase se conoce como Riesgo Potencial. Dado que las barreras son las encargadas de la seguridad en los escenarios evaluados, se evalúa la reducción de la probabilidad de la consecuencia latente con la intervención de las barreras. Este riesgo reducido se denomina Riesgo Mitigado o Riesgo Actual, y corresponde a la situación actual del escenario evaluado en la organización.
Cuando se identifica la necesidad de reducir un riesgo mitigado o actual, se proponen recomendaciones para incrementar las barreras o mejorar el desempeño de las existentes. El riesgo calculado tras la futura implementación de estas recomendaciones se conoce como Riesgo Proyectado.
Entender la definición de estos términos y su contextualización en el marco de la evaluación de riesgos, con un alcance claro y criterios de riesgo bien definidos, permitirá a las organizaciones desarrollar elementos más eficientes. Esto facilitará la toma de decisiones en inversión y gestión del riesgo, resultando en organizaciones más seguras y económicamente viables.